#73 Te dejas engañar

Haciendo la compra

Hay pensamientos que llegan cuando menos te lo esperas. El viernes pasado perdido entre pasillos infinitos de una gran superficie, arrastrando un carrito que chirrió durante todo el recorrido. La lista arrugada en el bolsillo, la mente dispersa entre tareas domésticas, hasta que algo me detuvo en seco.

Una imagen publicitaria colocada junto a los productos frescos capturó mi atención. No era particularmente llamativa, ni utilizaba  colores estridentes como los de otros carteles comerciales. Era, en apariencia, una fotografía simple. Pero me sirivó para pararme a pensar.

En la imagen salían tomates, y en Opositiva cultivamos una relación especial con estos. No es casualidad que este verano ya hablaramos de ellos en nuestro post # 65 Tomates verdes, ni tampoco que captara mi atención esa foto concreta y de cómo la publicidad construye ideales que moldean nuestra percepción de la realidad.

¿Cómo es una mata de tomate o tomata?

Una de las fortunas que conservamos quienes habitamos estas tierras de Castilla y León es mantener esa proximidad íntima con la tierra. Sabemos de primera mano que los alimentos no nacen por generación espontánea en las estanterías, ni aparecen por arte de magia en nuestras neveras.

¿Qué ves raro en la imagen?

Las miradas nunca son inocentes. Cada ojo que mira una imagen trae consigo un equipaje único: experiencias, expectativas, sesgos cognitivos que actúan como filtros invisibles. Estoy convencido de que si preguntáramos a cien personas qué perciben en esa fotografía, obtendríamos cien respuestas diferentes, cada una revelando tanto sobre la imagen como sobre quien la observa.

Esta diversidad perceptiva no es un obstáculo, es la esencia misma de lo que enfrentamos cotidianamente en las aulas. Nuestro alumnado llega cargado de esas particularidades. Los tribunales de oposición que evaluarán nuestras programaciones didácticas están conformados por personas que, como nosotros, interpretan la realidad a través de sus propios cristales. Es una verdad que debemos interiorizar profundamente cada vez que nos preparamos para conectar con “nuestro público”.

Te invito a participar en este ejercicio de contemplación. Si nos permites conocer qué es lo primero que acude a tu mente al imaginar esa escena, este texto cobrará vida, se transformará de monólogo en conversación. ¿Puedes describir lo que percibes? Estamos seguros de que ahora, después de recorrer estas líneas, tu mirada se ha afinado, se ha vuelto más inquisitiva.

📸 Mira detalladamente la imagen y comenta.

La perspectiva determina el paisaje. Un fotógrafo profesional analizará composición y juegos cromáticos, un escritor se dejará seducir por el potencial narrativo, un publicista evaluará la efectividad del mensaje. Pero si eres hortelano… entonces, probablemente, detectarás incongruencias que otros pasamos por alto.

De la imaginación a la realidad

En el imaginario colectivo del consumidor, los tomates poseen una uniformidad que rara vez encontramos en la naturaleza. Esperamos perfección geométrica, colores saturados, una armonía visual que responde más a las expectativas comerciales que a la diversidad orgánica. Pero aquella imagen que me detuvo contenía una paradoja que no podía ignorar.

Los tomates brillaban con una limpieza impoluta, cada uno parecía haber sido pulido hasta alcanzar una perfección artificial. Sin embargo, las manos que los sostenían contaban una historia completamente diferente: estaban marcadas por la tierra, testimonios vivientes de jornadas enteras bajo el sol, huellas del trabajo más honesto.

¿Por qué están los tomates tan limpios y las manos tan sucias?

Seguramente la fotografía pretendía simbolizar el trabajo duro y cómo este esfuerzo da sus frutos más preciados. Una metáfora visual aparentemente poética, cargada de buenas intenciones. Pero cuando la sometemos al escrutinio de la lógica, la imagen se revela incongruente.

Si los tomates lucen esa limpieza inmaculada, es porque han pasado por procesos de lavado y preparación. Las manos que los manipulan no deberían estar cubiertas de tierra. Además, existe un error que la imagen ignora, los tomates no crecen enterrados como las patatas, sino que cuelgan de sus plantas en racimos. Es improbable que alguien tenga las manos tan sucias simplemente por recolectar tomates maduros.

La realidad no existe

Esta realidad construida me recordó el libro de “La realidad no existe” de Jaime Rodríguez de Santiago. Un viaje por el territorio de los modelos mentales y los sesgos que condicionan nuestra percepción.

Este libro nos invita a cuestionar no solo lo que vemos, sino la manera en que construimos nuestras interpretaciones. Lo consideramos una lectura de las que ofrecen herramientas valiosas para enriquecer nuestras conversaciones con el alumnado e inspirar los temas que preparamos para nuestras oposiciones de secundaria.

Recuerda que como opositor, eres tú quien debe desarrollar la habilidad de adaptarse a su audiencia, no al revés.

Crítica

¿Se puede enseñar el pensamiento crítico? Esta pregunta resuena en salas de profesores. Como docente debes dominar contenidos, criterios de evaluación, competencias clave, competencias específicas… vincularlos coherentemente, comprenderlos en su contexto más amplio. Pero al final del día,  ¿Qué es lo que de verdad importa?

Lo que realmente importa es que nuestro alumnado adquiera herramientas genuinamente útiles para navegar por la complejidad de la existencia. Desarrollar capacidades para construir pensamientos complejos que les permitan reflexionar desde las cuestiones aparentemente nimias hasta las decisiones trascendentales que moldearán su futuro.

“La escuela debe ser un lugar donde se enseñe a pensar, no qué pensar” – Francesco Tonucci

Esta cita del pedagogo italiano encapsula perfectamente uno de nuestros objetivos prioritarios como docentes. No se trata de llenar cabezas con información preestablecida, sino de despertar mentes curiosas, capaces de cuestionar, de analizar, de formar criterios propios con autonomía y rigor.

Esa fotografía publicitaria se convirtió en una metáfora perfecta de muchas situaciones educativas. Con qué frecuencia aceptamos representaciones sin cuestionamiento. El pensamiento crítico es un hábito mental que se cultiva, se practica, se refina. Como opositores que aspiramos a transformar aulas, tenemos la responsabilidad de incorporarlo en nuestras programaciones didácticas y en nuestra propia aproximación al conocimiento.

Cada imagen puede convertirse en una puerta hacia el pensamiento profundo. Como me ocurrió entre aquellos pasillos del supermercado, descubriendo que incluso en los espacios más mundanos se esconden lecciones extraordinarias.

¿Listo para escribir tu propia historia de éxito?

En Opositiva entendemos que cada programación didáctica es una promesa de futuro. No preparamos opositores que memorizan, formamos docentes que transforman vidas.

Porque tu plaza es solo el principio. La verdadera aventura comienza cuando cruzas la puerta del aula.

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