La noche que lo cambió todo
Era una tarde de sábado, de esas de pijama y manta. Un frío helador en la calle y acurrucado en el sofá tapado me quedé traspuesto.
Salté como un resorte, me había dormido. El timbre sonaba con vehemencia. ¿Quién era?
Era el vecino del quinto.
Apareció en mi puerta con una expresión que jamás le había visto.
Sus manos temblaban.
“Necesito contárselo a alguien”, me dijo con una voz apenas audible. “Ayer por la noche… algo pasó. Algo que no puedo explicar.”
Es un vecino que conozco de hace años y con el que tengo muy buena relación, una persona metódica, racional. Verle así me desconcertó.
Se sentó en mi sofá y comenzó a relatar una experiencia que, según él, había vivido la noche anterior mientras conducía por una carretera solitaria.
“Vi una luz brillante que se acercaba desde el cielo. Al principio pensé que era un avión, pero se movía de forma extraña, zigzagueando. Después… no recuerdo nada hasta que desperté en mi coche, aparcado en el mismo sitio, pero habían pasado tres horas.”
Sus ojos reflejaban una mezcla de confusión y certeza absoluta. “Creo que fui abducido por un OVNI”, concluyó, esperando mi reacción.
Más allá del primer significado
Ahora que esperamos haber captado tu atención, queremos hablarte de la abducción. Sí, sí, de la abducción.
La palabra abducción evoca inmediatamente imágenes de naves espaciales y encuentros extraterrestres. Esa, es la primera acepción que conocemos, la que puebla nuestras películas y series de ciencia ficción. Pero existe una segunda definición que resulta mucho más terrestre y práctica para nuestra labor como educadores.

Como puedes ver, según la Real Academia Española, la abducción es también un tipo de silogismo cuya premisa mayor es evidente y la menor menos evidente o solo probable, lo que hace que la conclusión sea poco probable. Una definición técnica que, en esencia, describe algo que hacemos constantemente: generar las mejores explicaciones posibles para situaciones que nos desconciertan.
Del misterio a la realidad
¿Por qué hablamos de esta capacidad humana? Porque se habla mucho de la IA, la IA por como funciona comienza a ser capaz deducir e inducir mucho mejor que las personas, pero aquí es donde entra en juego la abducción. Como Pulgarcito siguiendo un rastro, los humanos aún somos mejores que las máquinas en recoger pequeñas piezas no identificadas de manera consciente y utilizarlas para llegar a una conclusión.
En la práctica docente, utilizamos esta habilidad a diario. Cada vez que cruzamos la puerta del aula, nuestra cabeza empieza a inducir, deducir y abducir. Observamos señales sutiles: cambios en la postura de un estudiante, en su participación, en una mirada perdida durante la explicación… Pistas que susurran que algo no encaja en el patrón habitual.
Algunos docentes desarrollan esa capacidad para leer entre líneas tras años expuestos al alumnado. Podríamos denominar la abducción educativa como esa habilidad para imaginar la mejor explicación posible cuando nos enfrentamos a comportamientos o situaciones que rompen nuestras expectativas.
A diferencia de la deducción, que nos lleva de lo general a lo particular siguiendo reglas lógicas estrictas, o de la inducción, que nos permite extraer patrones generales a partir de casos particulares, la abducción opera en territorio incierto. Es la brújula que utilizamos cuando navegamos por la complejidad humana del aprendizaje.
La diferencia crucial: Cuando observamos que diferencias en comportamientos habituales del alumnado durante días, no aplicamos una fórmula matemática. Generamos hipótesis que van más allá de los datos inmediatos.
De la lógica al arte de la comprensión
La abducción no es simplemente una técnica de razonamiento. Es una forma de comprender que integra intuición, experiencia y empatía. Las máquinas pueden procesar patrones, identificar correlaciones y hasta sugerir respuestas probables, pero la abducción es más humana implica dimensiones que van más allá del análisis de datos.
Y es que existen diferencias fundamentales que nos hacen únicos como educadores. La interpretación contextual de la situación, donde cada gesto se entiende dentro del marco emocional y social de los estudiantes. Es fundamental que un docente tenga la capacidad de reencuadrar problemas, transformando una situación problemática en una oportunidad de crecimiento.
Los docentes que dominan la abducción destacan especialmente en situaciones complejas. No se limitan a aplicar recetas pedagógicas; interpretan situaciones, adaptan estrategias y proponen soluciones creativas.
Preguntas que transforman
Los marcos curriculares actuales nos recuerdan constantemente que enseñar trasciende la transmisión de contenidos. Formar pensamiento crítico, autonomía y ética requiere que modelemos estas competencias.
Cuando un estudiante se enfrenta a un problema complejo, necesita más que conocimientos o procedimientos. Necesita la capacidad de imaginar posibilidades, evaluar alternativas y elegir formas de actuación basadas en criterios múltiples. Necesita aprender a abducir.
En lugar de preguntarnos “¿por qué este alumno no participa?”, podemos reformular hacia “¿qué explicaciones existen para este comportamiento haya cambiado?”
Profundamente humana
El del quinto y su historia de la abducción extraterrestre era, en el fondo, un ejercicio de abducción lógica. Ante una experiencia desconcertante, había generado la explicación que mejor encajaba con su marco de referencia en ese momento.
Como educadores, nuestra responsabilidad no es validar o descartar todas las hipótesis que surgen en el aula, sino enseñar a generar explicaciones plausibles, a evaluarlas con criterio y a mantener la mente abierta ante la complejidad del mundo.
En este sentido, cada aula se convierte en un laboratorio donde practicamos y enseñamos el arte de encontrar explicaciones plausibles para lo inesperado. Una habilidad humana que, por el momento, la IA no puede replicar.
Desarrolla tu pensamiento abductivo
Te ayudará a comprender situaciones complejas y a tomar decisiones pedagógicas más acertadas.
No dejes que la incertidumbre del aula te paralice. Conviértela en tu fortaleza pedagógica.
PD: La capacidad de generar hipótesis plausibles es lo que distingue a los grandes docentes de los que simplemente cumplen. ¿Ya sabes qué tipo de docente quieres ser?
